6.4.18

La poesía como patria

En tan sólo una década, Luis María Marina (Cáceres, 1978), diplomático de carrera, con destino, entre otros, en las embajadas de España en México y Lisboa, ha dado a la imprenta numerosos libros de distintos géneros, publicados tanto en sellos nacionales como mexicanos. De poesía: Lo que los dioses aman (2008), Continuo mudar (2011), Materia de las nubes (2014) y Nueve poemas a Sofía (2014); ensayo: Limo y luz. Estampas de la ciudad de México (2012), Las tentaciones de Lisboa (2015); diarios: El cuento de los días. Diarios mexicanos (2008-2010) (2015); así como numerosas traducciones, siempre del portugués.
En De la epopeya  a la melancolía. Ensayos sobre poesía portuguesa del siglo XX, la obra que nos ocupa, reúne los prólogos (completos, actualizados y corregidos) a esas ediciones y algunos textos más, en torno a una de las poesías más importantes de la lírica universal, sobre todo en el siglo XX. Pessoa es, claro, una referencia inevitable, si bien Marina no ha vertido nada suyo. Los poetas de los que se ocupa son posteriores a esa influencia decisiva, una sombra permanente (“el demonio de nuestra hora meridiana”), para la literatura de nuestro mundo.
“El alma lusíada tañe, desde hace siglos, entre la epopeya y la melancolía”, dice Marina al principio. “Y entre ambos extremos –añade–, marcando el pulso, el complejo mecanismo de la realidad que solo por convención se nombra saudade”. En palabras de Camões, “Un no sé qué, que nace no sé dónde, / Llega no sé cómo, y duele no sé por qué”.
La poesía, dice Marina, vendría a ser “una de las manifestaciones más duraderas del alma lusa”. “La más genuina también”. Desde la epopeya camoniana Lusíadas. Sí, “por supuesto que Portugal es un pueblo de poetas”, dejó dicho Jorge de Sena con la debida retranca: “hemos vivido ocho siglos y casi la mitad de otro de una existencia puramente imaginada por nosotros mismos”. “En la epopeya, la ensoñación. Y en la melancolía, lo real”, concluye Marina. Esta poesía, precisa, “acaba por tornarse el símbolo más genuino de una cierta manera de estar en el mundo”. Así, la palabra poética “será la patria privilegiada el alma lusa, su dominio más cierto e incontrovertible, su hazaña más duradera”.
Para situar el objeto de este libro, nada mejor que el texto elegido para abrirlo: “Los que las olas navegamos. Un siglo de poesía portuguesa”. El que Eugénio de Andrade, uno de sus protagonistas esenciales, denomino “século de ouro”.
Eugenio Montejo, el añorado poeta venezolano que tanto amó lo portugués y a Lisboa, se refirió a la “continuidad invariable” de la escuela poética portuguesa. Ese siglo se inicia con Antero de Quental y los vencidos da vida, su 98. Pasa por Orpheu, revista de “vida corta y agitada”, que, sin embargo, marca un antes y un después. Y ya ahí, los modernos: Fernando Pessoa (su obra “atópica”, “una tradición en sí misma”) y Mário de Sá-Carneiro. Más que mera Vanguardia. Y Césario Verde y Camilo Pessanha. Más que “galaxia conformada por planetas que giran en torno a un centro (…), tupida red de ríos y afluentes que se comunican”. Y, después, ya con Salazar en el poder, tras la proclamación del Estado Novo, los presencistas (Torga y Casais Montero). Y Carlos de Oliveira (a quien quiso dedicar su tesis doctoral Ángel Campos Pámpano). Y el citado Andrade, al que acompañan nombres tan significativos como Sophia de Mello Breyner, Jorge de Sena, Ruy Cinatti… O Alberto Lacerda, un exiliado. En los 50, Cesariny, O’Neill, Ramos Rosa, Helder. Y el surrealismo, que “llegó tarde y vivió poco”. Los sesenta y setenta aportaron también poéticas memorables: Brito, Pais Brandão, Neto Jorge, Nuno Júdice, Gastão Cruz, Belo, Franco Alexandre, Fernandes Jorge, Magalhães o Graça Moura. Para entonces, la poesía portuguesa ya estaba en la hora del mundo. Alude después Marina al declive, a esa “pobreza de medios expresivos”, según José Ángel Cilleruelo, que caracterizaría a la poesía portuguesa reciente. En los ochenta, dice, el panorama fue “desolador”. Con todo, ahí están Luís Quintais y Daniel Faria.
En el capítulo siguiente ahonda en esa visión general de la poesía portuguesa, esta vez centrada en el espléndido siglo XX. Dedica “cinco notas” a Verde, Pessanha, Pessoa, Sá-Carneiro y De Sena y “diez nótulas” a Breyner Andressen, Oliveira, Andrade, Cesariny, O’Neill, Helder, Belo, Pais Brandão, Cruz y Graça Moura. El tono, didáctico y, como siempre, muy personal.
Cité antes a Daniel Faria, paradigma de qué poetas, de las obras de qué poetas, interesan sobre todo a Marina. Él los llama “heterodoxos” y a ellos dedica el grueso de este volumen. Son poetas a los que ha traducido y estudiado y es esta segunda parte la que rescata. Sí, los enjundiosos prólogos que, no sin añadidos y correcciones, abrieron aquellos libros o antologías. Por orden de aparición, los elegidos, no siempre canónicos, son: el imponente António Ramos Rosa (Dispersa sed), los mozambiqueños –dos poetas extraordinarios, en especial el segundo– Albero Lacerda (El encantamiento) y Rui Knopfli (El país de los otros), su admirado Nuno Júdice (Navegación sin rumbo), al que dedica dos textos, Ana Luísa Amaral (Oscuro) y el malogrado Faria (al que dedica también dos textos, uno titulado “Faria y yo”), del que ha vertido, para Sígueme, Explicación de los árboles y de otros animales, Hombres que son como lugares mal situados y De los líquidos.
Además, se incluyen artículos sobre Nora Mitrani (musa surrealista que da a conocer a Octavio Paz la obra de Pessoa, conferenciante en Lisboa, amante del poeta O’Neill, retratada por Fernando Lemos y, al cabo, suicida, de la que ofrece una breve muestra de sus poemas), Alberto da Costa e Silva, los jóvenes poetas lusos Jorge Reis-Sá, Vasco Gato y Miguel-Manso y sobre la estancia madrileña del periodista Joaquim Novais Teixeira (1891-1972).
No falta en este libro (que ningún amante de la poesía lusa debería perderse) una selecta bibliografía, una amplia relación de poetas portugueses traducidos a nuestra lengua y algunas notas.

De la epopeya a la melancolía. Ensayos sobre poesía portuguesa del siglo XX. Luis María Marina. Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2017.

Nota: Esta reseña ha aparecido en el número 125-126 de la revista Turia.