29.4.16

El confuso laberinto de JSM (y II)

El encuentro en CamarinalSaúl, el ángel negro (ambos publicados en Miami, USA, por Imagine Cloud Editions en 2013 y 2015, respectivamente) y El vuelo se reúnen ahora en El libro de los indolentes (Plaza y Valdés Editores), una obra que lleva por subtítulo "Sobre poesía", clave inequívoca de lo que allí, ya se dijo, leemos. Como se ve, cuanto he venido afirmando se cumple a rajatabla y la poesía vuelve a estar en el centro de las preocupaciones de quien ve el mundo como objeto poético y a aquélla como cifra fundamental para interpretarlo. Tras evitar, lo siento, el prólogo del zambraniano Jesús Moreno Sanz, este lector se ha encontrado con un fascinante abanico de contradicciones y de divagaciones, de pensamientos y de certidumbres en torno a lo poético donde el término confuso laberinto aparece de continuo, a partir de la tercera página del libro. A lo poético y a lo vital, añado, pues que este y el libro anterior, cuanto escribe JSM, es una suerte de autobiografía donde la ficción y la realidad pugnan por ganar la batalla. Estamos, sí, conviene recordarlo, ante una obra en marcha que agrupa cuanto escribe y publica (a veces con una diferencia de décadas), lo que la dota de una unidad que supera el concepto de libro (si acaso, libro de libros), donde no existen los compartimentos estanco y todo dialoga con todo, de ahí esas reiteraciones en las ideas, las obsesiones, los personajes y los maestros. Unidad conseguida por un tono, el suyo, que en literatura lo es todo.
Según el diccionario, "indolente" es aquel que no se afecta o conmueve, el flojo o perezoso, el insensible, que no siente el dolor. Se enfrenta a lo largo del libro al "siniestro", el "no poeta", para acabar trazando una poética que es también una fe de vida y un retrato moral. Con él, Sultán, un perro. Los escenarios: una casa en el campo (Siltolá), el faro de Camarinal, Londres, Moguer, Roma... Los personajes, además de Loreto, Susana y Saúl. Y Parra, Hölderlin, Leopardi, Zambrano, Rodríguez... Sin nombrarlo, aunque lo cite, Borges. Más allá, fragmentos, anotaciones, aforismos, epifanías, iluminaciones... Y puntuales exabruptos, frases campanudas, contradicciones varias, que de todo hay en la viña del poeta y en este "libro del desasosiego", según José Luis Piquero, "que irrita a veces y fascina casi siempre".
Sí, hay algo en JSM de afirmación del descreído, del que dice, pongo por caso: "Me río de las reseñas y de las críticas literarias". O: "La crítica en España es bipolar". Y: "La poesía que se escribe ahora en España los ojos de un topo. Ciega". Y: los poetas actuales "son verbo, escriben poesía asexuada, son ininteligibles". O, por fin: "Me aburre la poesía de ahora, amo a los clásicos". 
El estilo también es el de siempre, hilvanado a golpes de frases cortas. O cortantes, en más de un sentido. Nervioso. Propio de un hombre que fuma. De verdades, a veces, como puños. Acerca de la humildad, la indolencia, la sencillez ("también es un estirpe, una estirpe de gozo"), la discreción ("sé discreto"), el silencio y la soledad (imprescindible para cualquier retirado y solitario que quiera escribir poesía), la mansedumbre y la armonía (hay mucho de Colinas aquí, y para bien). Contra los siniestros. Los del "interés", a los que desenmascara. Los conoce bien. De alguno publica incluso libros. 
Todo esto da a la obra un aire de tratado filosófico o libro de sabiduría escrito por un oriental, si bien alguno se empeñará en entenderlo como libro de autoayuda lírica. 
Me quedo con el JSM de "La poesía es presente, sólo presente", "La poesía es incorpórea, sin nombre y apellidos", "La poesía es claridad" o "La extensión mata, la palabrería ahoga". 
"Leo, solo leo", dice. Y, a modo de conclusión: "Mi dios es la Belleza, el Amor, la Poesía". Se nota.